Desde siempre la ruta que sigo para ir al colegio me hace cruzar el puente de Deusto.Cuando tenía 8 o 10 años, no recuerdo exactamente, un día apareció un chico sentado al inicio del puente sobre una caja de cartón a modo de ”alfombra”, con un cartel que ponía: “necesito ayuda no tengo que comer por favor”. Recuerdo que yo le miraba discretamente, no quería que se sintiese observado.Cuando iba al colegio por las mañanas, allí estaba; cuando volvía por las tardes,allí seguía, en el mismo sitio, sin moverse, como si el tiempo no pasara para él. Incluso algún sábado o domingo que iba de paseo con mi familia allí estaba, sentado en el cartón. Solía tener un cuaderno entre las manos en el que dibujaba cosas, tampoco se exactamente lo que dibujaba, pero se intuian paisajes, retratos, …….
Un día mi madre y yo volvíamos del colegio, y no se como acabamos entablando una conversación con él. Mi madre, que es educadora socia, le informó sobre entidades a las que podía acudir, comedores sociales, albergues, centros de día…y demás servicios. Desde entonces de vez en cuando le llevabamos comida; pan, embutido, fruta, alguna botella de agua. Él siempre se mostraba muy agradecido y sincero.
Unos meses después, debía ser invierno ya que a pesar de que era pronto ya era de noche, las luces del puente se reflejaban en la ria y la luna estaba inmensa, mi madre y yo, como cada tarde, veníamos por el puente de Deusto rumbo a nuestra casa. Al final del puente había una pequeña multitud que bloqueaba el paso, la cara de los allí presentes era de preocupacion, se les notaba inquietos como sin saber que hacer. En la barandilla del puente había una persona subida, sentada con los pies hacia la ria pero agarrado con fuerza, estaba de espaldas, pero se le notaba asustado. Al acercamos, nos dimos cuenta de que era él, el “hombre del puente”. No estaba sentado en su cartón con su cuaderno de dibujo, se había rendido, . Entre los alli presentes habia distintas opiniones alguno histerico gritaba; Porfavor bajate!!, otros al ver que no podian hacer nada se marchaban, algunos hacian un amago de acercarse a hablar con el, pero dubitativos se daban la vuelta, en definitiva nadie sabia como manejar la situación. Tras unso breves instantes de analisis, mi madre llamo al 112. Llegaron muy rapidos y discretos, no venian con las luces, ni con las sirenas, pidieron a la gente que porfavor se dispersara y sacaron al hombre del avismo. Su cara era de derrota, ni siquiera diria que de desesperación, parecía acabado, como si todas sus ganas se hubieran consumido.
Desde aquel dia no volvimos a saber nada más de el hasta que, hace unos meses, como soliamos hacer algunos domingos antes de la pandemia, quedamos con unos amigos para tomar algo por deusto, mi barrio.El camarero que vino a atendernos;¡Era el!. Lo supe, no se como, quizas fue porque mientras no tubo que atender las mesas estubo pintando en un cuaderno como solia hacer, o porque sus ojos se me quedaron grabados. El caso es que me alegre mucho por el y me hizo muy feliz comprobar con mis propios ojos, que parecía que la vida por fin le sonreia.